sábado, 19 de octubre de 2013

Cuento sin sexismo: CUANDO MENOS TE LO ESPERAS

     

 Ahinoa y Daniel se conocieron fortuitamente en la fiesta de graduación de Ahinoa, era una noche de Noviembre y las luces y la energía de la Navidad ya formaban parte del ambiente, eran unos chicos jóvenes, llenos de vida y con algunos rasgos adolescentes, dispuestos a gozar de la vida y atentos a las señales del entorno, la impresión al verse por primera vez no fue la misma en ambos, a Daniel, Ahinoa le pareció una chica hermosa, extrovertida y muy agradable, a Ahinoa, Daniel le pareció un muchacho común, de hecho no muy guapo de entrada pero con el que se podía conversar alegremente y relajarse un rato con la frescura de un compartir innovador. Durante esa noche Daniel demostró interés por Ahinoa, pero ella no cedía al flirteo, esa ocasión especial dio chance para que pudieran bailar, conversar, brindar y dejar abierta la posibilidad de salir otro día más.


Pasaron aproximadamente 2 semanas y Ahinoa y Daniel volvieron a encontrarse, resulta que el primo de Ahinoa era gran amigo de Daniel, de hecho él fue el que lo llevó para la graduación y nuevamente por él coincidieron en algún club de la ciudad, para Ahinoa no fue nada desagradable volver a ver a Daniel, ésta vez ya los 2 tenían cierta disposición en conocerse más allá de lo que encierra una relación amistosa. 

Los días pasaron y el primo de Ahinoa ya no tenía nada que ver en sus encuentros sucesivos, la atracción sensual y sexual con matices de lo que conlleva a la formalidad de una relación posterior cobraba vida con mayor fuerza cada vez más. La ilusión, la pasión, idealización y la secresión hormonal propia de las primeras etapas del enamoramiento hicieron que Daniel y Ahinoa vivieran momentos intensos, un oasis de “amor” y en poco tiempo tomaran la trascendental decisión de compartir su vida juntos, pero ahora desde la convivencia, actuando desde la emoción y no desde la razón, pasando por alto ciertos “cánones sociales” que ellos para ese momento no consideraban importantes, de hecho antes de tener las condiciones dadas para iniciarse en la convivencia se enteraron de algo que ameritaba un mayor nivel de compromiso y responsabilidad, algo de lo que ya habían hablado y que de cierta forma estaban esperando pero para lo que realmente no estaban preparados, y era la llegada de un tercero a sus vidas, Ahinoa esperaba un bebé y eso aunque para ellos formaba parte de toda la aventura que querían protagonizar, complejizaba mucho más lo que estaría por venir.

La madurez y la responsabilidad llamaban diariamente a sus puertas, era el momento de dejar de soñar y aterrizar en la realidad que juntos y en acuerdo mutuo habían construido.
Comenzaron a ver las cosas desde otro cristal, ya las conversaciones no giraban en torno a qué lugar irían a visitar o no invertían parte de su tiempo pensando con que detalles se sorprenderán, sino en cuanto cada uno iba a aportar para la adquisición de lo que algún día se convertiría en su hogar, cuantos servicios cada uno iba a pagar, que calidad de pintura iban a comprar y todo lo que comprendía la iniciación de la vida conyugal.
Ambos venían de hogares “bien constituidos” quizá no los ideales o los que hubieran querido pero donde se impartieron valores y se criaron con principios.

Empezó la convivencia y con ella los problemas, ambos sabían que en la casa había cosas que hacer pero cada uno pensaba que el otro lo haría, Daniel estaba acostumbrado a que en su casa la madre hacía todo y por ende eso era lo que allí pasaría, Ahinoa como hija única, igual estaba acostumbrada a que en su casa siempre había alguien que le facilitaba o hacía las cosas y fue sólo cuestión de días para que sus costumbres chocaran bruscamente y cada uno comenzara a reclamar y a imponer actividades en el otro. Su mundo perfecto se comenzó a derrumbar y el estallido de sus emociones se podía escuchar a cuadras, cada uno vociferaba argumentos personalmente validos mientras se descalificaban el uno al otro y luchaban por querer conseguir el poder, la llegada del bebé
fue una bendición para ellos, estaban felices y lo disfrutaban, pero esto no significaría una menor carga de trabajo, sino todo lo contrario.

Daniel y Ahinoa tenían que adaptarse a muchas cosas: La convivencia en pareja, el ser  padre y madre, el abandono de su soltería y la libertad que ella traía  la adherencia a una nueva rutina, afrontar la inseguridad que generalmente acompaña a estos procesos; todo esto y más en un mismo momento de sus vidas.
No fue fácil, incluso en más de una ocasión estuvo en peligro su relación, pero ya no daba tiempo de reconsiderar, eventualmente dudaban de la asertividad en cuanto a la elección de pareja y de vida que hicieron, pero afortunadamente contaban con la intención de superar los obstáculos y de salir adelante JUNTOS, porque ciertamente se querían, y añoraban la estabilidad familiar y emocional de su hijo.

Desarrollaron eso de lo que actualmente se habla mucho y que llaman Resiliencia, consideraron el diálogo como una opción para establecer acuerdos y expresar desacuerdos, creyeron conveniente dividir los quehaceres de la casa según la preferencia de cada uno, reflexionaron sobre la importancia de rescatar en la medida de sus posibilidades la intimidad de todo tipo como pareja y de solidarizarse ante las demandas y situaciones del otro.

Ahinoa y Daniel aun viven juntos, no son la pareja perfecta pero luchan por crecer familiarmente y formar un hogar saludable, en el que puedan disfrutar cada día de sus vidas y del que puedan dejar un maravilloso ser humano.


Autora: Maria Alejandra Santiso
Modulo N· III Dimensiones de la sexualidad
Diplomado de educación en salud sexual y reproductiva.

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